Reconozco que coger un determinado tren puede ser razón de armar un viaje en torno a él. Corren tiempos difíciles para los trenes nocturnos en Europa (aunque suenan ciertos planes para reactivarlos) y en este continente en el que todo se uniformiza a la velocidad del rayo, la supervivencia de una vieja gloria sobre raíles es motivo más que suficiente para subirse a ella, sea donde sea.
Con esta ilusión infantil acude uno al apodado por algunos como tren soviético que circula de Bucarest (Rumanía) a Chisinau (Moldavia), uniendo estas dos viejas capitales soviéticas cada noche, en un largo viaje, único en Europa y prácticamente en el mundo. Ese viejo continente que se diluye y en el que normalmente el ferrocarril es el último testigo en ser relevado.
A los que recordamos los vetustos trenes nocturnos en España o Europa no nos sorprende tanto el convoy en sí. Aquel eterno viaje Vigo-Barcelona en el tren Estrella tenía su punto. Pero aquí tenemos muchos más alicientes que difícilmente encontrarás en otro lugar:
- un cambio de ancho a la antigua, elevando cada vagón en una plataforma para sustituir los bogies
- un pase de frontera, ya que se sale del territorio Schengen
- un viaje al país menos visitado (y que menos interesa) de Europa
- llegar a Chisinau. – ¿Eh? ¿A dónde?
Y, por supuesto, la nostalgia de los viejos trenes. El pitido del jefe de estación, los compartimentos, los rebotes, la última cerveza en el vagón bar… ¿No nos damos cuenta de que estas cosas ya son historia?
Súbete a bordo de esta aventura en el último tren soviético de Europa.
En este post descubrirás...
El tren Prietenia
Bienvenido a bordo del tren Prietenia, que en rumano significa «amistad«. Como la que une a estos dos países con tantos lazos en común.
Bucarest-Chisinau o Chisinau-Bucarest. Una noche, incontables horas. ¿En qué sentido cogerlo? Creo que dejar como destino el lugar más desconocido (Chisinau) lo hace más especial, aunque como veremos más adelante, quizás no es lo óptimo.

Sea como fuere, la experiencia merece la pena. El tren no es muy largo, apenas cinco o seis vagones, con asientos de turista y compartimentos de 2, 4 y 6 literas, y el correspondiente vagón-restaurante. Al frente, una tremenda máquina eléctrica de la CFR rumana.
El interior del tren
Madera, cortinas, terciopelo, viejas manillas de hierro que siguen funcionando. Un visillo con la bandera de Moldavia cuelga de cada ventana. Sí, ellos existen, más allá de los Juegos Olímpicos o del Festival de Eurovisión.
A la salida del tren, el compartimento es, literalmente, un horno. Hoy el sol y calor han pegado a plomo en Bucarest y siguen incidiendo, directamente, sobre los carruajes. Toca aguantar hasta que emprenda su marcha y la corriente baje la temperatura.


Como en cualquier otro tren de la órbita soviética, el responsable de cada vagón vela por todo su pasaje, repartiendo las sábanas y requisando los billetes hasta la llegada a destino.
El compartimento es como el de cualquier otro tren de literas, con su mesita bajo la ventana y espacio de almacenaje sobre la puerta. Eso sí, nada supera a la cortina con la bandera de Moldavia.
Un viaje de 14 horas entre Bucarest y Chisinau
Aunque pudimos comprar los billetes por internet desde España, un viaje entre Bucarest y Chisinau merece guardar el ticket de toda la vida. Lo hicimos al poco de llegar a Rumanía, en una estación de tren, no sin dificultades de comunicación para hacer entender que pretendíamos viajar a Moldavia. Más abajo en este artículo te daré detalles sobre la compra de los billetes.
Salida de Bucarest
El viaje comienza en la ajetreada estación Nord de Bucarest (Gara de Nord), un ecléctico edificio que aúna estilos que van desde el neoclásico hasta el Art-Déco. En sus andenes hacía parada el mítico Orient Express, uniendo los dos extremos de Europa.
El deficiente sistema ferroviario rumano no parece corresponder con las multitudes que se congregan ante los andenes de esta acalorada estación. El viejo panel de horarios, todavía manual, muestra todas las conexiones que perviven desde esta capital.

Con el anuncio de la vía, ahora sí en una pantalla digital, es momento de aproximarse al andén. Hay bullicio. Familias despidiéndose, algún mochilero, personas cargadas con media vida entre sus bultos. Siempre me llamó la atención pensar en las pequeñas historias de aquellos que te acompañan en trenes así. En el andén ninguna voz suena a algo más lejano de los Cárpatos.
Finalmente, a las 19:10 horas, el tren abandona la capital rumana. Por delante, 14 horas y 15 paradas hasta llegar a la capital de Moldavia.

La última, y a dormir
No hay tren nocturno que valga sin la correspondiente visita al vagón-restaurante. En este caso, la disposición de dicho coche no es más que la de un mostrador y dos barras donde apoyarse para tomar algo. No hay mesas.
Al frente del bar, un veterano pero eficiente empleado, dispuesto a servirte una cerveza como a prepararte un estupendo plato de huevos fritos con salchichas, patatas y algo de ensalada. Es la única comida que vimos servir, amén de que era imposible conocer qué otros platos podían salir de ahí.


Cayeron las primeras cervezas moldavas, de nombre Chisinau cómo no, que supieron a gloria para acompañar los improvisados sandwiches que llevábamos ante la noche que nos esperaba.
A las 11 de la noche chiringuito cerrado y todos a la cama.
Frontera rumano-moldava
Los intentos de coger algo de sueño antes de la frontera fueron a todas luces infructuosos. Uno es de mal dormir en los trenes, peor aún cuando sabes que sobre las 3 y pico te van a tocar a la puerta para mandar zafarrancho de combate.
Así fue, primero con un aviso de prohibición de uso de los baños a esa hora hasta que el tren vuelve a rodar ya en territorio moldavo. Importante tenerlo en cuenta antes de llegar a la frontera.
A las 3:40 de la madrugada alcanzamos la frontera rumana. Rápida visita de los agentes para revisar la documentación vagón por vagón. La operación se demora ya que van vagón por vagón.
A las 4:20 el tren atraviesa el río Prut y avanza hasta el lado moldavo de la frontera para repetir la operación. De nuevo, revisión de pasaportes a bordo y pequeño chequeo al equipaje sin mayores consecuencias.
Volvemos a arrancar tímidamente. Una rápida mirada por la ventanilla ya vislumbra lo que viene a continuación.
Cambio de ancho de vía
Una de las características que hacen especial este viaje en tren de Bucarest a Chisinau es vivir un cambio de ancho de vía manual, sin intercambiador como tenemos en España. Una operativa prácticamente inexistente en Europa que consiste, simple y llanamente, en elevar cada vagón para reemplazar sus bogies (las ruedas) por los del ancho correspondiente.
Mientras Rumanía cuenta con ancho internacional (1435 mm), Moldavia mantiene el ancho ruso (1520 mm) de los tiempos de la Unión Soviética. Y con un material tan desfasado, no hay cambiador de ancho automático (como los que tenemos en España) que valga.
Tras el paso de frontera, la llegada a una amplia playa de vías con cientos de bogies apilados y estructuras con aspecto de elevador, no deja lugar a dudas. Una vez han separado los vagones de forma individual en diferentes vías, comienzan a levantarlos. Sinceramente, casi no se percibe la elevación.
A su vez, un operario entra en cada vagón para abrir una trampilla en uno de los compartimentos. El suelo del tren va directo a las vías, por eso no se pueden utilizar los baños durante esta operación.
Intento grabar vídeos y hacer fotos del exterior, aunque la estrechez de las ventanas, las cortinas, la suciedad y la lluvia me lo ponen muy complicado. Aun así, uno puede ir observando el cambio en el vagón de enfrente.


Ya con nuestros nuevos pies soviéticos, se da paso a la fase de reenganche del convoy para, poco a poco, emprender marcha ya por las vías moldavas.
Llegada a Chisinau
Rodamos ya con continuidad. Son las seis de la mañana y el cansancio hace mella. Al fin, uno puede dormir un poco, apenas un par de horas hasta la llegada a Chisinau. Los suburbios de la capital moldava empiezan a hacer acto de presencia en el entorno. Toca vestirse y empezar a recoger para poner el pie en un nuevo país.
La moderna marquesina encubre la bonita estación de tren de Chisinau, cuya vida ferroviaria actual debe de estar reducida a mínimos. Sin embargo, no fue más que dar los primeros pasos por el andén para encontrarnos con tres españolas que venían en nuestro tren. No falla.
El monumental pórtico de la estación nos da la bienvenida para una primera foto aquí. Hora de atravesar a terminal, explorar un poco las salas en una infructuosa búsqueda de mundo ferroviaro soviético y, ya sí, entrar en la capital menos visitada de Europa.


Horarios
El tren entre Bucarest y Chisinau (y viceversa) tiene una frecuencia diaria por cada sentido:
- Sentido Chisinau: el tren sale de Bucarest Nord a las 19:10 y llega a Chisinau a las 8:44 del día siguiente. Parada en Ungheni para el paso de frontera y cambio de ancho a partir de las 03:05 (rearranque a las 6 de la mañana).
- Sentido Bucarest: el tren sale de Chisinau a las 17:05 y llega a Bucarest Nord a las 6:47 del día siguiente. Parada en Ungheni para el paso de frontera y cambio de ancho a partir de las 22:35.
Y aquí está la clave. Como puedes ver, viajar sentido Bucarest es mucho más benévolo para poder dormir tras toda la operativa de la frontera. Si consultas los horarios oficiales, fíjate en la parada de Ungheni que es la frontera.
Las paradas
Junto al percal fronterizo, el tren tiene en total 15 paradas, todas en Rumanía salvo dos (Ungheni y Calarasi). Entre ellas, la monumental ciudad de Iasi, que quizás te interese visitar.
Puedes consultar las paradas y el mapa del recorrido en la misma web de los ferrocarriles rumanos (CFR).


¿Cómo comprar los billetes?
Puedes comprar los billetes en las taquillas de cualquier estación y en las páginas web de los ferrocarriles rumanos y moldavos. Si bien para este tren yo lo hice en taquilla para poder guardar el ticket en papel como recuerdo, compré billetes para otros trenes en la web de la compañía rumana y la experiencia fue buena. Sencilla, sin alardes y en inglés. También los puedes comprar online en la compañía moldava.
- CFR Calatori (compañía rumana)
- Reservas de trenes internacionales en CFR
- CFM (compañía moldava)
Para la búsqueda en la web, recuerda que Bucarest es escribe Bucuresti en rumano.
Consejos
El tren de Bucarest a Chisinau no es más que otro tren nocturno más. Como este tipo de transporte escasea, te daré algunos consejos que te pueden venir bien.
- Indispensable, llevar comida y agua. El tren tiene bar (abierto hasta las 11 de la noche) donde se sirven comidas y bebidas a buen precio. Nosotros nos limitamos a comprar un par de cervezas para acompañar nuestros bocadillos. Preferíamos no jugárnosla por si, por el motivo que fuese, ese día no hubiese comida a bordo y te toca aguantar 14 horazas sin probar bocado.
- El bar del tren tiene datáfono para las tarjetas. Nosotros probamos primero con una Revolut virtual que no funcionó, por lo que tuvimos que sacar la tarjeta física española.
- Hay compartimentos para 2, 4 y 6 personas. En nuestro caso éramos dos y, aunque no nos importa compartir, preferimos ir solos por ir más cómodos con todo el jaleo de la frontera. Lo agradecimos. Si prefieres compartir con más personas, ¡el viaje te saldrá muy barato!
- Los baños del tren los cierran antes de llegar a la frontera, así que tenlo en cuenta para ir antes.
- Para dormir un poco mejor puedes llevar una almohada inflable y tapones para los oídos. También deja a mano ropa cómoda para cambiarte. En verano hacía mucho calor.
- Internet: previamente al viaje leí que había WIFI a bordo. Y, efectivamente, había algunos carteles en el vagón. En nuestro caso, no funcionaba. Importante: si vas dirección Moldavia, ten cuidado antes de la frontera para desconectar los datos de tu SIM ya que por el momento este país está fuera del acuerdo europeo sobre roaming (mi experiencia es del año 2025). Yo llevaba cargada en el móvil una eSIM para Moldavia.
- Consulta The Man on Seat 61. Es mi biblia ferroviaria de cabecera. La excepcional web del británico Mark Smith, siempre actualizada y con muy buena información sobre viajes en tren.
Si has llegado hasta aquí es que este viaje está ya entre tus planes o, al menos, has sabido de él y te ha llamado la curiosidad. Sin duda, merece mucho la pena vivirlo antes de que desaparezca. ¡Espero que mi experiencia te sirva de ayuda!

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