Un viaje por Albania en verano exige recorrer la llamada Riviera Albanesa. Es el destino con más potencial del país y ha ocupado varias páginas de las principales publicaciones de viajes en 2018 como uno de los destinos del futuro. Por eso quisimos explorarlo de punta a punta, convirtiéndose en un lugar perfecto para un viaje de verano.
Su nombre busca el símil con la Riviera francesa, la conocida Costa Azul. Salvando las distancias, en la Riviera Albanesa no encontrarás Saint-Tropez, Niza, Cannes ni nada que se les parezca, pero sí una preciosa costa apenas habitada y con aguas cristalinas.
Veníamos del sur de Albania, de descubrir las playas de Ksamil, las ruinas de Butrinto o la ciudad de Saranda, por donde entramos al país gracias al ferry procedente de Corfú. Desde Saranda tomamos la carretera de la costa rumbo al norte, recorriendo la Riviera Albanesa hasta su final, donde comienza el paso Llogara (Llogara Pass), un vertiginoso puerto de montaña al pie del mar.
En este post descubrirás...
Mapa de ruta por la Riviera Albanesa
- Distancia total: 170 kilómetros
- Tiempo de viaje (sin paradas): 4 horas
Riviera Albanesa: de Saranda al Llogara Pass
La Riviera Albanesa es una sucesión de playas que se reparten a lo largo de la costa entre la ciudad de Saranda, en el extremo sur del país, y el Llogara Pass, un puerto de montaña de más de 1000 metros de altitud que se eleva sobre el propio mar.
El viaje lo haremos a través de la SH-8, una de las carreteras costeras más bonitas de Europa. Una vía que nos conducirá desde la soledad y la tranquilidad de la costa albanesa, hasta el zigzag de montaña que asciende al Llogara. Conducir por aquí es un auténtico lujo. La paz y armonía de un paisaje de minúsculos pueblos junto a la relajación de una costa que combina el verde del monte con un espectacular azul del mar. No hay prisa ni preocupación. Si buscas playas, podrás elegir de entre más de una decena, todas diferentes.
Que las distancias no te lleven a engaño. Aunque el recorrido de Saranda al Llogara no llega a los 100 kilómetros, si lo hicieses del tirón emplearías más de dos horas en coche. Así que si quieres disfrutar de la Riviera, dedícale dos o tres días.
Las mejores playas de Albania
Algo se mueve en la Riviera Albanesa. Han sido muchas las publicaciones de prestigio que han elegido esta costa de Albania como uno de los destinos del futuro, «la nueva Croacia» para Traveler, un destino Best in Travel 2019 para Lonely Planet y una de las alternativas de viaje más baratas de Europa.
En general, las playas albanesas son de pequeñas piedras, aguas tranquilas y escaso desarrollo urbano en su entorno. Pocos lugares ofrecen playas desiertas y de aguas cristalinas como Albania. Muchas de ellas apenas tienen un par de pequeños bares o restaurantes a sus espaldas.
Otra característica de las playas de Albania es que la mayoría tienen servicio de tumbonas y sombrillas, lo que es muy útil para los que viajamos desde lejos y no llevamos más que una toalla. Todo ello acompañado de los sempiternos búnkeres que pueblan toda la superficie del país.
Con un coche de alquiler es muy fácil recorrer la costa albanesa (ver post Consejos de viaje en Albania). Una carretera pegada al mar (la SH-8), dos o tres pueblos grandes donde parar y muchas playas para elegir. Y como para recorrerlas todas hay que tener varios días, te contaré mi elección con algunos consejos útiles.
Kakome (Plazhi i Kakomese)
Esta pequeña y escondida cala es un lugar sorprendente. Es una de las primeras playas saliendo de Saranda e intenta pasar inadvertida, oculta entre dos promontorios y la pequeña bahía que la proteje. La poca profundidad de la primera línea del litoral provoca un inigualable color turquesa.
Aquí está prevista la construcción de un complejo turístico de lujo (Kakome Bay Resort) de unos 30.000 metros cuadrados que abriría sus puertas en 2020. En la carretera que da acceso a la playa de Kakome se encuentra también el impresionante Monasterio de Santa María de Kakome (Manastiri i Kakomes), un precioso conjunto bizantino del siglo XVI en plena ladera que vigila la playa. Su iglesia todavía conserva los frescos originales.
Eso sí, aquí no hay bar o restaurante alguno, así que tenlo presente. También, junto a la cala de Kakome encontrarás la vecina playa de Krorëzës (Plazhi i Krorëzës).
Borsh
Aunque hay alguna playa antes, la de Borsh es el primer gran arenal de la Riviera Albanesa una vez abandonamos Saranda. Es una playa casi desierta, sin apenas hoteles o restaurantes. Solo algunos chiringuitos de madera se asientan al pie de la arena con dos o tres pequeños hoteles a la espalda.
Borsh es la playa más larga de la Riviera y es ideal para los que buscan espacio.
Porto Palermo
Tras Borsh y su vecina playa de Qeparo, llegamos a uno de los rincones más especiales de la Riviera Albanesa: Porto Palermo. Un castillo en una antigua isla, ahora reconvertida en península, donde dos tímidas playas funden el territorio por un escueto istmo.
De nuevo, el color de las aguas se torna en un azul mágico. El istmo nos conduce al promontorio en el que se asienta la fortaleza, desde donde veremos la perfecta conjunción del litoral por ambos lados de este mágico enclave.
El castillo que corona la ínsula es de la época veneciana, aunque durante años se atribuyó a Ali Pasha, que gobernó buena parte de los Balcanes a principios del XIX. Se puede visitar su interior y subir a la parte alta.
Un poco más adelante de Porto Palermo, desde la carretera, se divisan unas curiosas construcciones al pie del mar. Se trata del antiguo búnker de submarinos construido durante el régimen de Hoxha. Ya sin uso, la zona sigue protegida, aunque es frecuentada por los curiosos.
Himara
Una vez abandonamos la bahía de Porto Palermo, la abrupta costa serpentea el mar regalándonos incomparables estampas. En el horizonte, virando un poco a la izquierda, se divisa la isla de Corfú, puerta de entrada de mi primer viaje a Albania. Sin embargo, un nuevo cuerpo aparece sobre el mar. Mucho más grande, no puede ser otro que Italia, en concreto el tacón de la famosa bota, la región de Apulia. Estamos en el estrecho que une el mar Jónico con el mar Adriático, el denominado canal de Otranto.
Así llegamos a Himara (o Himarë), una de las principales localidades de la Riviera Albanesa. Aquí podrás quedarte a dormir en uno de sus numerosos alojamientos, ya que es una pequeña ciudad con todos los servicios. Restaurantes y tabernas de ambientes griego e italiano pueblan el paseo que envuelve la playa de Spile. Un lugar perfecto para disfrutar de una buena comida local sin que falte ningún plato del mar. ¡Los calamares fritos del restaurante Hercules me recordaron a los de muchos bares gallegos!
Junto a la playa urbana, otros tres arenales completan la bahía que baña la ciudad. Además de la parte costera, Himara tiene un pequeño casco antiguo en la parte alta, donde se encuentra otro castillo de Ali Pasha, cuyos orígenes se remontan al siglo V antes de Cristo.
- Comer en Himara: Restaurante Hercules. Calamares fritos (800 leke, unos 6 euros), risotto de mariscos (800 leke), ensalada griega (400 leke).
Dhërmi
Dejamos atrás Himara y la SH-8 comienza a separarse un poco del mar. La montaña empieza a comerse la costa, presagio de lo que nos espera al final de la Riviera Albanesa. Pese al escarpado territorio, las pequeñas playas de Jale y Gjipe se esconden en pequeñas concesiones costeras. O la mágica Plazhi Me Shpella, solo accesible por barco, con su famosa cueva sobre la roca.
Así llegamos a Dhërmi, uno de los lugares más populares de toda la costa de Albania. Hoy esta localidad se encuentra dividida en dos. Enclavado en plena ladera con tintes de acantilado, el auténtico Dhërmi vigila desde la altura todo este sector del litoral al paso de la SH-8. Abajo, Dhërmi Beach concentra el grueso de la actividad turística.
Nos alojamos en el hotel Augustus, un moderno establecimiento familiar en la bajada a Dhërmi Beach, a apenas cinco minutos de la playa. De nuevo, otro gran arenal rodeado de montañas. Aquí sí hay unos cuantos negocios turísticos.
Mini lujo en Albania
Tras vivir una mágica puesta de sol, decidimos cenar en el restaurante Luciano en una espectacular terraza al aire libre sobre las rocas. El agua está tan cerca que prácticamente te salpica. Enfrente, un horizonte negro donde solo aparecen dos destellos de sendos cruceros que se dirigen, quizás, a Venecia. De repente nos sentíamos palpando el lujo. Algo similar en España sería inviable económicamente.
Al parecer, su dueño pesca cada noche parte del genéro que dispondrá al día siguiente. La carta es una auténtico espectáculo de variedad de platos, que va desde las pizzas caseras hasta los pescados y mariscos. Los platos estrella son la langosta (10000 leke, euros) y la lubina a la sal (5000 leke).
Tras la cena en Luciano, tocaba tomarse algo. Muy cerca, también al pie del agua, el Yatch Club, un pequeño club nocturno agotaba uno de los últimos días de la temporada. Terraza con sofás sobre el agua, olas del mar, luces submarinas y visión directa de los peces. De nuevo, lujo al mínimo coste: cerveza y gin tonic por menos de 5 euros.
- Dormir en Dhërmi: Hotel Augustus. Tarifa habitación doble de 30 euros en alojamiento y desayuno.
- Cenar: Restaurante Luciano. Cena compuesta por lubina al horno, caldero de mejillones, cervezas, trilece (postre) y café, 2580 leke (20 euros).
- Nightlife: The Yatch Club
Llogara Pass
Abandonamos Dhërmi no sin antes hacer alguna que otra foto en el pueblo original, ladera arriba. Es hora de afrontar el último tramo de la Riviera Albanesa, el ascenso al Parque Nacional de Llogara y su famoso puerto de montaña.
Enseguida comenzamos a ganar metros de altura. La carretera serpentea dejando a un lado la montaña y al otro el abismo. Por suerte, apenas hay tráfico y el asfalto está en buen estado. Algún búnker aparece en el camino.
Según vamos ganando metros, la vista sobre el mar se torna más impresionante. Es como si todo fuese más grande. La panorámica permite analizar un poco mejor la costa que acabamos de recorrer. Corfú e Italia se ven a la perfección y prácticamente se divisa Saranda. La Riviera Albanesa entera y de un vistazo.
Aparecen las clásicas curvas en horquilla, típicas de los puertos de montaña, con pequeños apeaderos perfectos para detener el coche y hacer fotos. En lo alto del puerto, dos restaurantes que ofrecen sus terrazas como observatorios, buenos lugares donde hacer una pausa y revisar todo lo recorrido hasta ahora.
El Parque Nacional de Llogara es una referencia natural en Albania y quedará pendiente para hacer un trekking en otro viaje.
Ya solo queda bajar por el lado norte, hacia Vlora (Vlorë). El descenso por esta cara es un poco más peligroso. La carretera está en un estado regular y hay algunas curvas un tanto extrañas. Vlora es uno de los principales puertos de Albania, aunque por su escaso atractivo y su estresado tráfico preferimos no parar, dando por finalizada la Riviera Albanesa.
Ruinas de Apolonia
De Vlora poníamos rumbo a la ciudad de Berat, en el interior, pero antes nos desviamos para conocer las ruinas de Apolonia, no muy alejadas de nuestro recorrido. La SH-8 nos conducía a Fier, donde está el desvío para conocer este conjunto arqueológico.
Apolonia fue una gran ciudad de la antigua Iliria, el reino que ocupaba el territorio de los Balcanes. Fundada en el siglo VII a.C. por los griegos, fue un importante puerto en plena vía Egnatia. La ciudad llegó a tener 60.000 habitantes. En la escuela de filosofía de Apolonia estudiaron dos grandes nombres del Imperio Romano, el emperador Augusto y el general Agripa.
Un terremoto en el siglo III provocó el declive de la ciudad al cambiar el curso de las aguas y encenagar la zona. Así la malaria proliferó en el pantano provocando el abandono definitivo de la ciudad.
Un yacimiento por descubrir
Redescubierto en el siglo XX, el conjunto lo forman las ruinas y un interesante museo. Las dimensiones del área arqueológica dan a entender el tamaño y la importancia que debió tener esta ciudad en su época de esplendor. Lamentablemente hoy todavía quedan muchos restos sin excavar, más del 90% del yacimiento.
Aún así, es posible admirar importantes elementos, como el Agonothetes (concejo municipal), el odeón, los soportales o las bases de un arco del triunfo.
El recinto alberga además el monasterio de Santa María (único elemento posterior a Roma, de los siglos XIII y XIV) y el Museo Arqueológico que conserva muchos hallazgos. Por cierto, la reapertura en 2011 de este museo fue con el apoyo financiero del Gobierno de España, tal y como reza una placa en la entrada.
¡Un consejo práctico! En Apolonia hay un restaurante (único servicio disponible) por lo que comer no será un problema aquí.
Ahora sí, ponemos rumbo a Berat y abandonamos la costa albanesa. Apolonia, otro tesoro más de este país tan sorprendente, desconocido y completo. Historia viva del Mediterráneo y de los múltiples pueblos que lo han habitado a lo largo de la historia.