Merece la pena llegar hasta el sur de Albania. Alejado del ruido de Tirana y del turismo masivo de los vecinos de los Balcanes, esta esquina del país es un remanso de calma en todos los sentidos. Sonidos que vienen y van de las suaves olas del mar y del barullo de los mercados, aromas marineros y de los restaurantes, gentío local que hace sus actividades. En este post te explico por qué debes reservar un par de días para conocer el sur de Albania.
La ciudad portuaria de Saranda emerge como la pequeña capital de esta zona tan cercana a Grecia. Por aquí llegué en mi primer viaje a Albania, procedente de la vecina isla griega de Corfú, haciendo una maniobra avión-barco con el objetivo de abaratar al máximo el trayecto desde España hasta el país de las águilas. Un plan perfecto. Así que mi primera visión de Albania comenzó por aquí, desde un ferry, como aquel que llega a un territorio por explorar. ¿Qué nos deparará esa tierra a la que nos acercamos?
Con Saranda como eje de operaciones, solo nos falta un coche de alquiler para tener movilidad plena por el sur de Albania, una región con atractivos suficientes para pasar varios días. Desde allí conduciríamos hacia el sur, muy cerca ya de Grecia, para visitar las famosas ruinas de Butrinto y la zona turística de Ksamil.
En este post descubrirás...
Saranda, puerta de entrada al sur de Albania
La pequeña ciudad de Saranda (o Sarandë) yace al pie del mar mirando a la isla de Corfú, a apenas 2 millas de distancia por su parte más cercana. Su bahía nos da esa sensación de puerto abrigo donde el tiempo se relaja. El ferry de Corfú va y viene, sin prisa, transportando historias, grandes equipajes e incluso vehículos. El puerto no parece gran cosa, aunque no deja de tener algún gran yate blanco anclado en la bahía marcando distancias, como quien quiere hacerse notar sin poner un pie en tierra.
Es la primera ciudad albanesa que visito y hay alguna leve sensación de extrañeza. En la estética cunde el desorden, como no podía ser de otra manera. Un urbanismo a medio hacer aliviado, por suerte, por una contenida presión inmobiliaria. Sí, hay edificios casi sobre el mar sin mucho concierto, pero los que presumimos de turismo las tenemos todavía peores. Por suerte, aún no se lo han cargado. Acercarse desde el barco nos da esa perspectiva. Las montañas que envuelven a la ciudad a sus espaldas compensan la vista hacia este particular urbanismo.
Qué ver en Saranda
La línea de costa de Saranda tiene una delgada playa de piedras junto a un paseo marítimo arreglado y animado, más propio de otros lugares. Toda una promenade donde salir a tomar una copa y mostrar la mejor cara. Es agradable. Cafeterías, restaurantes, heladerías, tiendas de souvenirs y otros negociados colaboran con el ambiente. No está nada mal.
Un paseo por aquí nos permite tener nuestro primer contacto con la gente local. Empezamos a confirmar aquello de la amabilidad de los albaneses. Hablar en español suena raro aquí y muchos miran extrañados. «Real Madrid» es lo primero que te dicen, un embajador universal. Apenas hay turismo extranjero, y de haberlo, italianos, franceses y alemanes son los que prevalecen.
Saranda no tiene grandes atracciones turísticas pero es un buen sitio donde asentarse por unos días para recorrer el sur de Albania. Llegamos al puerto y allí mismo se encuentra la agencia de alquiler de coches con nuestro hotel prácticamente enfrente. Cajeros, supermercados y pequeñas tiendas a unos minutos caminando.
Junto al relajado ambiente, las playas y alguna mezquita, la ciudad esconde en pleno centro un magnífico mosaico en un edificio municipal y las ruinas de una sinagoga del siglo V, único rastro del pasado judío de la ciudad.
También tiene su consabido búnker en el centro de la urbe, por si alguna escaramuza invasora sobrepasase la primera línea defensiva. De hecho, adentrarse calles arriba nos permite palpar la Albania real, no la del paseo marítimo. Hilos de cables liados en los postes, desorden en las calles, oscuras viviendas y caos de tráfico.
- Si lo prefieres, puedes hacer un tour guiado por Saranda para conocer esta joya del sur de Albania.
Dormir en Saranda
Saranda tiene multitud de opciones de alojamiento para todos los bolsillos. Desde dos grandes hoteles de lujo hasta pequeños establecimientos familiares, limpios y modernos. Optamos por el hotel Mano, prácticamente enfrente del puerto, cómodo tanto para llegar desde el barco, caminar por la ciudad y alquilar un coche. Nos dimos cuenta de que no pasan muchos españoles por aquí, aunque a la simpática joven que nos atendió en el hotel le encantó poder practicar un poco nuestro idioma, que conoce gracias a la música latina y a alguna telenovela.
- Hotel Mano: conseguimos una tarifa de 23,40 euros por noche al cambio, en alojamiento y desayuno.
Comer en Saranda
En Saranda pasaríamos nuestros primeros días albaneses, por ende nuestro primer contacto con la gastronomía del país. Comer en Saranda es fácil. El paseo marítimo está plagado de restaurantes a precios medios, aunque un tanto elevados para los albaneses. Una comida de entrante, algún pescado fresco y bebida se iba al entorno de los 15 euros.
Pero buscando un poco encontramos una pequeña joya donde repetimos cenas, el restaurante Bequa (plaza Nënë Tereza). Un pequeño restaurante familiar con comida tradicional y precios para locales. La presencia de albaneses no dejaba lugar a dudas. De hecho, varias críticas lo elevan al mejor restaurante en la ciudad. Gran variedad en la carta: ensaladas, sopas, guisos, mariscos, pescados, pasta con mariscos, etc.
- Taverna Bequa. Cenas para dos personas: 1200 leke (10 euros) el primer día, y 1850 leke (15 euros) el segundo. Una cerveza grande costaba apenas 150 leke (1,20 euros). Un plato de calamares fritos, 650 leke (5,20 euros), mientras que un plato de carne guisada, 400 leke (3,20 euros).
Las ruinas de Butrinto
Con Saranda ya vista y el coche de alquiler en nuestras manos, emprendemos rumbo al sur de Albania por la carretera SH81 en dirección a Ksamil y Butrinto. Preferimos visitar Butrinto temprano con calma, por la mañana, para luego comer y pasar la tarde en Ksamil.
La carretera empieza a dejarnos bellas estampas. El mar a un lado, Corfú enfrente, una costa recortada, colinas y, hacia el interior, la laguna de Butrinto, donde las mejilloneras atestiguan que de aquí sale buena parte de la producción de mejillón de Albania.
Butrinto (en albanés Butrinti) es una antigua ciudad cuyos orígenes se remontan al siglo VIII antes de Cristo. Esta antigua isla, ya unida a la tierra, se encuentra en todo un enclave estratégico. Por allí pasaron griegos, romanos, bizantinos, venecianos y otomanos. Es como una muestra concentrada de todo el pasado del Mediterráneo. El conjunto es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco y el monumento histórico más visitado de Albania.
Los orígenes
Según la mitología clásica, la ciudad antigua de Buthrotum fue fundada por los exiliados de la guerra de Troya. Sí se sabe a ciencia cierta que aquel enclave era un importante puerto y centro comercial en el mar Jónico. Varias inscripciones del siglo IV a.C. demuestran la construcción de santuarios y murallas defensivas en la ciudad por aquel entonces, lo que da a entender su importancia ya en la antigüedad.
La llegada del Imperio Romano trajo a Butrinto su mayor desarrollo, sobre todo en la época de Augusto en el siglo I a.C. Nuevas defensas, templos, el foro, el teatro, termas, villas y un impresionante acueducto que distribuía agua por toda la isla. Una evolución de lo público que lograría su máximo apogeo en el siglo V d.C., como ciudad episcopal, elevando varias iglesias, una basílica y un baptisterio.
El paso de los siglos y de los diferentes imperios fue modificando Butrinto hasta su abandono por parte de la población, debido a una epidemia de malaria y la incómoda ubicación de la ciudad en terrenos pantanosos.
¡Y todo esto se redescubrió entre 1928 y 1939! El arqueólogo italiano Luigi Maria Ugolini, enviado por Mussolini en su idea de expansión de Italia, dirigió los trabajos que sacaron a la luz esta maravillosa ciudad.
Visitar Butrinto
Recorrer Butrinto es un increíble viaje al pasado. Además el carácter insular del territorio, la ciudad se ubica en pleno bosque, un frondoso manto verde que hace al lugar todavía más peculiar. Una vez cruzas la entrada, empezamos a atravesar restos de antiguas fortificaciones hasta alcanzar una espectacular explanada en la que se encuentran las termas, el ágora y el impresionante teatro antiguo, construido en el siglo III a.C.
El paseo por la ciudad continúa, y tras el gimnasio y la villa, alcanzamos los restos del baptisterio del siglo VI, un conjunto de columnas y mosaicos que sorprenden por su estado de conservación.
Los muros perimetrales aún guardan el antiguo islote y siguiéndolos descubrimos otra de las joyas de Butrinto. Las ruinas de la gran basílica paleocristiana del siglo VI, dos impresionantes arcadas que conformaban la nave del templo siguen en pie, dándonos idea de la importancia que cobró el lugar.
Tras más y más restos pasados, la visita termina en la parte alta del promontorio, donde el castillo veneciano alberga el museo con más piezas de la ciudad. Desde allí divisamos la salida hacia el mar Jónico y la vecina isla de Corfú, en una fabulosa vista. Es cuando toca imaginarse Butrinto en su época de esplendor con todos sus edificios y vida en funcionamiento.
Con todos estos alicientes, visitar Butrinto es fundamental para conocer el pasado de lo que hoy es Albania. Nuestra visita nos llevó toda la mañana y gracias al hecho de ir temprano hemos podido recorrerlo con calma, haciendo numerosas fotos y entendiendo los paneles informativos.
- Entrada a Butrinto: 700 leke (5,60 euros). Se puede aparcar gratis en el exterior del recinto.
Las playas de Ksamil
Desandamos el camino, de vuelta hacia Saranda, para detenernos en la Ksamil, una de las zonas turísticas y de playas al sur de la ciudad. Un curioso reducto turístico conocido por sus aguas turquesas y los tres islotes que lo rodean.
Esta pequeña joya sobrevive pese a la presión turística que invade este trozo del litoral. Las cristalinas aguas bañan esta sucesión de calas pedregosas, en parte privatizadas para los diferentes restaurantes.
Según cómo pongas el foco de la cámara, podrás tener la sensación de estar en un mini Caribe, con un mar claro color turquesa, aguas tranquilas, tranquilidad y rodeado de pequeñas islas.
He de reconocer que Ksamil me defraudó un poco. Sobre el papel no daba la sensación de ser un lugar tan agobiado y con playas tan pequeñas y tan delimitadas por cada negocio. Los espacios son reducidos, por lo que con unas decenas de personas las mini playas se completan en un santiamén.
En positivo, la privatización de la playa resultó una pequeña ventaja para nosotros, ya que tras comer en uno de los restaurantes obtuvimos aparcamiento gratuito y acceso a su playa con derecho a tumbona y sombrilla. Habida cuenta de que no teníamos sombrilla en nuestro maletero, no nos vino nada mal.
Pese a todo, merece la pena pasar por Ksamil.
Comer en Ksamil
Son muchos los restaurantes que pueblan el litoral de Ksamil, tanto que parece que se tiran encima de las pequeñas playas. El azar nos llevó al restaurante Abiori y la suerte no pudo ser mejor. Una terraza tremendamente agradable donde comer, salpicada por el fino viento y el ruido de las olas del mar. Un lujo, ya que era nuestro segundo día en Albania y uno todavía no se había acostumbrado.
La carta del restaurante Abiori es muy abundante y especializada en pescados y mariscos. Platos abundantes y exquisitos a precios de Albania, pese a estar en un lugar turístico al pie del mar. Nuestra elección, risottos y pastas con productos del mar. Allí descubrimos el postre albanés que marcaría nuestro viaje, el trilece: una combinación perfecta de tres tipos de leche en un bizcocho.
- Restaurante Abiori. Comida para dos: 2800 leke (unos 22 euros), con dos platos, cervezas y postre.
Apuramos la visita a Ksamil para regresar a Saranda a la caída del sol, una nueva óptica en la vista sobre el mar Jónico. Saranda está muy cerca, apenas 15 minutos en coche, lo que permite aprovechar muy bien el tiempo. Ha sido un gran día, con una visita fundamental a Butrinto y una primera introspección a la costa albanesa.
El Blue Eye
Otra de las visitas clásicas cerca de Saranda es el Blue Eye, en albanés Syri i Kaltër (20 km., 40 minutos en coche desde Saranda). Esta curiosa formación natural es una poza de 50 metros de profundidad de donde emanan aguas cristalinas de un precioso color turquesa. Pese a su popularidad, el manantial nunca fue explorado en su totalidad.
Una de las curiosidades del Blue Eye es la temperatura del agua. Como en cualquier otra charca, quien la visita siempre tiene intención de mojar al menos los pies. El problema aquí es que la temperatura ronda los 10 grados centígrados de manera constante. Mojar los pies ya es toda una prueba, pero bañarse es toda una quimera. Aún así, algunos valientes fueron capaces no solo de meter su cuerpo, sino de tirarse desde lo alto de una roca.
Los que se zambullen desde alguno de los árboles que rodean a la poza notarán otra de las curiosidades del Blue Eye. El agua brota con tal fuerza que empuja cualquier objeto hacia la superficie.
Visitar el Blue Eye no tiene mucho más en particular, salvo que te decidas a explorar un poco la zona, boscosa y de media montaña. Pese a ello, suele ser una excursión muy popular entre albaneses y extranjeros. En el recinto hay varios pequeños restaurantes donde se puede alargar la jornada.
Con esto damos por visto Saranda y sus alrededores para afrontar, al día siguiente, el inicio de nuestra ruta por la Riviera albanesa.
SI estás planificando una visita a este país, echa un vistazo a mis consejos de viaje a Albania.